El 4 de julio de 2025, mientras Estados Unidos celebraba el Día de la Independencia, algo mucho más silencioso pero profundamente simbólico ocurrió en la red de Bitcoin (BTC). 80.000 bitcóins que habían permanecido inactivos durante más de una década —desde los primeros años del protocolo— fueron transferidos en bloque, mediante una serie de transacciones distribuidas desde múltiples direcciones históricas. La cantidad de fondos (se trataba de la transacción de mayor valor hasta la fecha en toda la historia de esta tecnología) y la antigüedad de las direcciones generaron una reacción inmediata: ¿quién conserva hoy el acceso a las claves de la era Satoshi?
Las monedas provenían de wallets con actividad congelada desde 2011, lo que las vincula directa o indirectamente con la etapa en que a Bitcoin sólo lo conocía un número muy reducido de individuos —entre ellos, su creador, que firmaba bajo el pseudónimo Satoshi Nakamoto—. La primera pregunta que surge es si nos encontramos ante un movimiento de Satoshi en persona, o de alguien que ha logrado acceder a esas claves por otros medios.
Una declaración de intenciones
Las transacciones no sólo movieron BTC (y BCH): emitieron a su vez un mensaje. Aprovechando el campo especial de Bitcoin llamado OP_RETURN —que permite grabar texto o datos breves directamente en la blockchain—, quien controlaba esas direcciones dejó previamente mensajes explícitos, como si fueran documentos legales publicados de forma pública y permanente. En particular, uno de los mensajes decía: «AVISO LEGAL: Hemos tomado posesión de esta cartera y su contenido». Y otro, en una transacción posterior, completaba la escena: «Si no se ha abandonado, demuestre la propiedad mediante una transacción en cadena firmada con clave privada antes del 30 de septiembre». Luego, en otro mensaje, se amplió el periodo: «Se otorgan noventa días al propietario para responder a este aviso… antes del 5 de octubre de 2025».
Este segundo mensaje clarifica que el plazo total era de 90 días, lo que extiende la fecha límite al 5 de octubre de 2025. Con este texto, el autor no sólo declaraba ejercer el control sobre los fondos, sino que ofrecía la posibilidad de disputa: cualquiera que alegue representar el propietario legítimo deberá probarlo, con una firma digital válida, antes del 5 de octubre de 2025.
La referencia trasciende lo simbólico. En el derecho anglosajón, existe la figura de la constructive possession o «posesión constructiva». Se trata de una forma de posesión legal que no requiere disponer físicamente de un bien, siempre que se demuestre control sobre él y se haga un esfuerzo razonable por notificar al propietario original. La inclusión del término legal notice en la cadena de bloques puede interpretarse como una forma de notificación pública universal, visible, fechada, y grabada de forma permanente.
Esta aplicación de la blockchain como medio de reclamación legal podría sentar precedentes sobre cómo se notifican —o incluso consolidan— derechos de propiedad digital en ausencia de respuesta del propietario original.
Una década de litigios
Para entender la relevancia de este movimiento, hay que retroceder algunos años en el tiempo. En 2013 falleció Dave Kleiman, experto en seguridad informática y colaborador cercano de Craig Steven Wright, el empresario y científico australiano que desde 2015 sostiene públicamente ser Satoshi Nakamoto. Al año siguiente, Wright solicitó formalmente a la familia Kleiman acceso al archivo wallet.dat de Dave, que —según él— contenía claves cifradas de carteras con BTC minados entre 2009 y 2011.
Durante el juicio civil en Estados Unidos. entre la familia Kleiman y Wright (caso 9:18‑cv‑80176), salieron a la luz documentos en los que Wright planeaba acceder a los discos cifrados usando técnicas de fuerza bruta, indicando que algunos estaban protegidos con TrueCrypt. También declaró que el desbloqueo completo podría tardar entre 10 y 12 años. El movimiento del 4 de julio, once años después de esos intentos iniciales, coincide con esa estimación temporal.
Además, a partir de 2017, el empresario Calvin Ayre, amigo y socio de Wright, invirtió más de 100 millones de dólares en infraestructura de minería a través de CoinGeek. Aunque la finalidad oficial era sostener la red de Bitcoin SV (BSV), no son pocos quienes creen que una parte del objetivo consistía en disponer del poder computacional necesario para acceder a las antiguas wallets de Kleiman.
El regreso de Satoshi
Más allá del contenido legal, el formato del mensaje también llamó la atención. Uno de los fragmentos grabados en OP_RETURN
incluía la secuencia numérica 4-8-15-16-23-42, conocida por los entusiastas de la serie Lost como «los números malditos». Esta referencia se suma a otra coincidencia notable: el episodio «Orientation», donde aparecía la serie numérica, emitido por primera vez el 5 de octubre de 2005, fue coescrito por un guionista llamado Craig Wright.
Aunque se trata de un Craig Wright distinto, el gesto parece demasiado específico para resultar casual. Las referencias culturales crípticas, las provocaciones indirectas y el uso de símbolos con múltiples niveles de lectura han constituido, históricamente, parte del estilo público del Craig Wright creador de Bitcoin. La inclusión de esta firma simbólica refuerza la percepción de que quien realizó el movimiento no sólo controla las claves, sino que está dejando un mensaje —o una marca narrativa— deliberadamente reconocible.
Un dato técnico revelador añade aún más peso a la hipótesis: el 4 de julio no sólo se movieron los 80.000 BTC, sino también los correspondientes 80.000 BCH (Bitcoin Cash), ya que estas monedas comparten el mismo historial hasta su bifurcación en 2017. Sin embargo, no se transfirieron los BSV (Bitcoin Satoshi Vision) que están vinculados a esas mismas direcciones. Esta omisión resulta especialmente significativa, pues Craig Wright constituye el principal promotor y figura central de BSV, el protocolo original de Bitcoin. El patrón, en todo caso, refuerza la posibilidad de que se trate de él quien realizara tan enigmáticos movimientos.
Una negación jurídica
La sospecha generalizada de que Craig Wright se halla detrás del movimiento se consolidó cuando él mismo respondió directamente desde su cuenta verificada @CsTominaga a Grok, la inteligencia artificial de X (Twitter), desarrollada por xAI, la empresa de Elon Musk.
Grok había publicado un resumen en el que sugería que Wright podría haber accedido a los BTC «posiblemente robados» a Dave Kleiman, y mencionaba como juicy conspiracy (jugosa conspiración) la teoría de que Wright los habría movido tras décadas de disputa. La respuesta de Wright fue directa y dura. En su mensaje escribió:
«Afirmas que el BTC fue «posiblemente robado a su difunto socio Dave Kleiman», pero el Tribunal de Distrito de los Estados Unidos dictaminó que no existía ninguna sociedad… Calumnias basándote en conjeturas. Acusas sin pruebas. Publicas daños a la reputación como entretenimiento. Esto es difamación. Esto es malicia. Esto es punible».
La respuesta no vino de terceros ni de simpatizantes. Fue Craig Wright en persona, escribiendo desde su cuenta pública, expresando su enojo y dejando claro que no sólo se daba por aludido, sino que consideraba las insinuaciones difamatorias y potencialmente litigables.
El movimiento del 4 de julio, acompañado del «aviso legal» y la advertencia con fecha límite el 5 de octubre, parece formar parte de una estrategia cuidadosamente diseñada. Tras perder judicialmente el derecho a ser reconocido como Satoshi Nakamoto, Wright podría estar intentando consolidar algo más tangible: la posesión efectiva de una porción del tesoro fundacional de Bitcoin, sin necesidad de un título de autoría.
Desde esta perspectiva, el razonamiento resulta claro: si nadie firma desde las direcciones originales antes de esa fecha, y él ya ha declarado públicamente que controla esos fondos, entonces puede argumentar que la posesión no ha sido impugnada, que la notificación se realizó de manera pública y razonable, y que por tanto existe una base jurídica para que esa posesión se convierta en titularidad reconocida.
Nuevas fronteras para el derecho digital
Este caso plantea una pregunta de fondo para el ecosistema jurídico global: ¿puede una notificación realizada en la blockchain tener efecto legal? ¿Puede consolidarse la posesión de un activo digital por el mero hecho de haberlo reclamado públicamente y no haber sido impugnado?
De ser así, la blockchain dejaría de ser simplemente un libro contable y pasaría a convertirse también en una plataforma legítima de notificación pública y registro jurídico, redefiniendo los conceptos tradicionales de propiedad, prueba y disputa en la era digital.
Por ahora, el mundo observa. El 5 de octubre es el plazo fijado. Si nadie responde, si nadie firma desde las claves originales, y si los BTC siguen en las manos de quien hoy los controla, es posible que ese silencio quede registrado como la forma más moderna de consentimiento. Ahora la pregunta es: ¿cómo se comportaría el mercado si el propietario decidiera vender esos 80.000 BTC, todos a la vez?
